RESACOSO ADÁN

El día que estuvimos a punto de morir fue el mejor día de nuestras vidas. ¿Habría valido la pena pasar por esto sin el recuerdo de aquel mordisco?

Han pasado más de cien vidas desde entonces. Casi un millón de fracasos. Yo, Adán, tan polvo de arcilla, tan moldeable. Aquí me tienes, escuchando discos de Dire Straits y comiendo tomate verde, como un gilipollas que todavía te quiere después de tanto tiempo. Parirás a tus hijos con dolor, dijo aquel tipo. Lo que él no sabía entonces es que la vida es sórdida de entrada, como decía Michi Panero, casi tan jodida como la que nos obligó a creer que vivíamos. No, Eva. No es «por culpa de» sino «gracias a» que hemos llegado hasta aquí. Y sólo tú sabes que hubieras saboreado catorce veces más esa fruta. Porque mañana, cuando ya no queden lágrimas que justifiquen lo sufrido, te quedará el pecado como única razón. Y hemos criado un hijo que es un canalla, otro que es un pánfilo y cien que no son nada. Y a esto mañana lo llamarán «humanidad», y dejarán que se pudra entre sístoles y diástoles que nadie escucha. Y vendrá otro cabrón que te traicionará por treinta monedas de plata o por un piso en el extrarradio, qué más da. Arderán ciudades. Caerán torres con infinitas lenguas. Lapidarán al débil. Todos los que asistan al juicio arrojarán la primera piedra porque es más fácil arrepentirse del daño cometido que del daño que no conseguiste cometer, y en el beso que nos den por la espalda hallaremos encanto. Vale, y todo esto, ¿para qué? Para que todas las epopeyas acaben con un tipo crucificado, un borrón en el calendario y un par de ceros en la cuenta corriente.

¿Sabes qué ocurrirá entonces, Eva?

Que vendrán a ti, a culparte y a maldecirte. Y tú les recibirás con tu sonrisa de medio lado, tu boina calada y tus pantalones desgastados. Será en ese momento, al observar cómo se derrite tu escote fulminante, se deslizan tu cremalleras y se esfuman tus inseguridades, cuando te admiren, desnuda y solícita, para comprender que no es vergüenza lo que sienten sino deseo, pasión, lujuria, hambre. Olvidarán el provecho, amarán el daño. Y volverán las monedas de plata, las crucifixiones.

El día que estuvimos a punto de morir fue el mejor día de nuestras vidas. ¿Habría valido la pena pasar por esto sin el recuerdo de aquel mordisco?

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